A veces las malas noticias se convierten en buenas. A veces, un revés puede acabar siendo una fortaleza. Y un desvío convertirse en eje de una vida. Nacida en Estambul, Türkiye, en 1979, Neslihan Yetiskin, diseñadora, pintora, estilista y madre de dos hijos, puede atestiguar todo eso en carne propia. Una artista medioambiental turca pionera cuya experiencia personal marcó un punto de inflexión en su carrera.
Tras años trabajando en pintura y diseño, Neslihan se enfrentó a un problema de salud que la motivó a replantearse su estilo de vida y sus herramientas artísticas. Aconsejada por su médico para dejar de utilizar productos químicos, Neslihan decidió no abandonar el arte, sino reinventarlo desde una perspectiva distinta. Se volvió hacia la naturaleza y así comenzó a fabricar sus pinturas con ingredientes naturales como tierra, café, tintes vegetales e incluso telas, inspirándose en antiguas recetas de Anatolia.
Y lo que se suponía era un devastador diagnóstico médico acabó siendo un pilar fundamental de su carrera y su vida personal.
La niña de la naturaleza y los insectos
Graduada en el Departamento de Pintura de la Anatolian High School y especializada en Diseño de Moda, sus veranos cuando era niña, en su casa familiar cerca del bosque, en Yalova-Cinarcik, fueron transformadores. “Tenía un enorme balcón que parecía un invernadero”, recuerda. “Siempre vivimos en armonía con la naturaleza: para mí siempre fue como ‘mi casa’”.
Neslihan era una niña especial. Sólo que aún no lo sabía. Un día llevó un gran insecto a la escuela en una caja. Lo había encontrado sin una pata y decidió hacerle una prótesis con un pequeño palo. Cuando sus compañeros lo descubrieron, se armó un alboroto en toda la escuela. Y a Neslihan le llegó una reprimenda del director. “Nunca más vuelvas a traer insectos al colegio”, le advirtió.
“Sólo hoy comprendo que otras niñas no llevaban insectos en los bolsillos, y que lo que yo hacía no era normal para todo el mundo”, evoca. “Las cosas que nos parecían normales podían parecer muy extrañas para los demás”.
El diagnóstico que le dio una nueva razón de vida
Durante años, se dedicó a la pintura y el diseño como muchos otros artistas. Sus días transcurrían en ir la tienda de arte, comprar materiales necesarios y crear sin pensar demasiado. Pero, con el tiempo, ese camino la llevó a un lugar inesperado: un grave problema de salud.
“Empecé a tener dificultad para respirar, que se convirtió en una neumonía crónica”, recuerda. El médico le diagnosticó una reacción alérgica grave que había afectado a los pulmones. Le advirtió: “Tienes que dejar de utilizar estos materiales. No más acrílicos, ni óleos; sólo dibujo a lápiz, o nada en absoluto”.
“Por supuesto, dejar de pintar no era aceptable para mí”, hace memoria. “Aquella noticia fue un shock. ¿Cómo iba a dejar de pintar? Me parecía imposible. Así que empecé a buscar un camino alternativo”.
Gracias a su formación en diseño textil y de moda, se dio cuenta de que sabía de telas y además unida a su pasión por el café, se preguntó:¿por qué no utilizar los granos en sus obras?
“Fue entonces cuando empecé a crear una serie de 20 piezas utilizando únicamente materiales naturales”, evoca. “Esto marcó el comienzo de mi viaje hacia el medio ambiente”.
Una nueva forma sostenible de abordar el arte
Lo primero que vino a la mente de Neslihan fueron nuestros primitivos antepasados y sus pinturas rupestres. Vivían en la escasez y, sin embargo, eso no los privaba de expresarse artísticamente.
Así que recurrió a conocimientos antiguos: investigó técnicas del arte prehistórico y luego saltó a los archivos otomanos para reunir información y elaborar sus propias recetas.
“Mientras que mucha gente pasa por delante de un árbol sin pensárselo dos veces, yo lo observo detenidamente –su corteza, sus hojas, sus frutos o sus flores– en busca de materiales potenciales para mis colores”, explica. “O cuando me encuentro con una planta extraña o un suelo inusual, me pregunto instintivamente: ¿cómo se puede convertir esto en pigmento?”
En sus obras, Neslihan emplea lavanda, cáscaras de granada, cáscaras de nuez, partes de roble, y zanahorias negras. “Me encanta trabajar con todo lo natural. Cada material tiene su propia textura, color e historia”, narra. “También me gusta trabajar con pigmentos basados en la tierra, que me conectan directamente con el suelo y con el sentido del lugar. Así es cómo empezó mi viaje hacia el arte ecológico: arte sostenible que no produce residuos y honra a la naturaleza en lugar de agotarla”.
Hoy, su visión del arte, al menos de la confección del arte, ha revolucionado su vida. Y lo ha transformado todo. Ahora tiene una visión libre, independiente y autónoma de lo que puede ser una artista sin necesidad de recurrir a químicos ni a pagar por las materias primas para sus cuadros. “Para mí pintar no es ir a una tienda de arte y comprar materiales”, afirma. “Nos han enseñado que la creatividad requiere consumo, pero eso no es cierto. El arte no se limita a marcos o pinceles. Es una forma de ver el mundo y, a veces, las mejores herramientas son las que ya proporciona la naturaleza”.
De las pruebas caseras a diseñar para marcas para el ballet
Al principio, Neslihan escuchaba todo tipo de críticas: “Eso no es posible” o “Necesitas un equipo completo, respaldo empresarial y apoyo financiero para hacer realidad algo así”.
Pero ya estaba decidida. Y concibió una exposición entera desde cero utilizando sólo materiales naturales, desde el concepto hasta la ejecución.
Uno de sus grandes logros fue HAD, un proyecto de arte ecológico celebrado en Estambul a finales de 2024. “Todas las pinturas se hicieron sin tintes sintéticos, sólo con tierra, pigmentos vegetales y aglutinantes naturales”.
Algunas de las obras de HAD contenían semillas reales incrustadas en el lienzo, que germinaban y crecían, convirtiendo las obras en organismos vivos. “Este concepto era fundamental: recordar a los espectadores que el arte no tiene por qué ser estático: puede vivir, respirar y cambiar, como nosotros”, explica.
Con el tiempo, incluso las marcas internacionales empezaron a interesarse de verdad por su propuesta. Algunas incluso le dijeron: “Nos encantaría exponer tu obra en nuestras tiendas”.
Fue entonces cuando empezó a sentir que el sueño se hacía realidad.
Otro hito en su trayectoria artística fue diseñar en septiembre de 2021, el vestuario del ballet “Bonjour Mademoiselle”, en la ópera y ballet de Estambul. “Fue un proyecto especial para mí, en el que se mezclaron las artes visuales y el espectáculo de una manera muy significativa”, evoca.
Para el Día Mundial del Medio Ambiente en 2024, Nelishan presentó un lienzo con materiales naturales y hierba viva y auténtica. Por ella, recibió un patrocinio de la compañía turca de telecomunicaciones Turk Telekom. Y aún quedarán muchos logros por venir.
Formando nuevas generaciones en la conciencia ecológica
En la actualidad, tras seis años de experimentación, ensayo y perseverancia, colabora con el Ministerio de Educación turco. Neslihan visita universidades y presenta a los estudiantes este modelo sostenible de arte, que respeta la naturaleza al tiempo que expresa una belleza sin igual.
Y cuando se le pregunta a Neslihan cuál es el mensaje para otros artistas o gente que, por diversas razones encuentra un obstáculo que pone en riesgo la continuidad de su carrera, no lo duda un segundo. “Mi mensaje es claro”, concluye. “No se rindan”.
Este artículo fue redactado por Abdul Wakil Cicco y reportado por Mohammad Bashir Aldaher.