En las últimas semanas, varios países europeos, encabezados por Francia, han expresado su resistencia al acuerdo comercial firmado en diciembre de 2024 entre la Unión Europea (UE) y el bloque Mercosur —integrado por Argentina, Brasil, Paraguay, y Bolivia—, alegando preocupaciones por una posible competencia injusta para sus productores agrícolas
“Necesitamos mecanismos que nos permitan proteger ciertos mercados agrícolas clave si llegan a ser completamente desestabilizados por este acuerdo comercial, lo que comúnmente llamamos cláusulas de salvaguardia”, declaró el presidente de Francia, Emmanuel Macron. Aunque mostró su oposición a algunos detalles del convenio, insistió en que podría respaldarlo pero bajo “otras condiciones”.
El pacto está ahora listo para su ratificación, pero su traspaso a los estados miembros en el Consejo de la UE ha sido suspendido.
El acuerdo
El Acuerdo de Asociación entre la UE y el Mercosur representa el proceso de negociación comercial más extenso y dilatado de la historia moderna.
Al igual que con otros países y bloques latinoamericanos, a mediados de los ‘90, la UE comenzó a negociar acuerdos de asociación --comerciales, políticos y de cooperación-- para no perder terreno ante la propuesta de EE.UU. en 1994 de un área de libre comercio hemisférica (ALCA).
Desde entonces, con avances y retrocesos, la UE ha negociado y logrado firmar distintos acuerdos comerciales en América Latina que todavía se mantienen vigentes: México (2000), Chile (2003), Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Perú, Colombia (2013), y Ecuador (2017).
En el caso del Mercosur, las negociaciones iniciadas en 1995 se encontraron durante más de 20 años con un fuerte bloqueo por parte de intereses defensivos. En junio de 2019 se alcanzó un principio de acuerdo, que sin embargo volvió a fracasar debido al rechazo de algunos países europeos y a la crisis global provocada por la pandemia.
A partir de 2023, se retomaron las negociaciones e incluyeron nuevas demandas, especialmente de Brasil y Francia. De manera inesperada para los analistas, estos diálogos concluyeron con éxito en diciembre de 2024, pocos días después de la victoria del presidente Donald Trump en las elecciones de EE.UU.
En ese marco, surge una pregunta clave: ¿es la geopolítica la llave para destrabar este acuerdo tan complejo y postergado?
Cómo se explica el bloqueo estructural al acuerdo
Se le llama “nudo gordiano” a un problema o dificultad aparentemente insoluble. Las negociaciones comerciales entre los países del Mercosur y la Comisión Europea --órgano supranacional que negocia el pilar comercial-- tuvieron una particularidad: la competencia de poderosos sectores económicos y el lobby de los intereses defensivos.
Los europeos, por una parte, demandaban la apertura del mercado en bienes industriales que afectaba a Brasil y Argentina debido al mantenimiento de una alta protección relativa sobre el desarrollo industrial proveniente del modelo de sustitución de importaciones de los años cincuenta y sesenta.
Por otro lado, los países del Mercosur exigían la apertura del sector agropecuario europeo, altamente competitivo y protegido con distintas medidas comerciales y altos subsidios. Esto impactaba especialmente a Francia, Países Bajos, España, Italia y, más tarde, Polonia, cuyos sectores primarios cuentan con distintas medidas de protección comercial, así como altos subsidios.
Los denominados intereses defensivos, los potenciales perdedores de un acuerdo, tenían mayor peso en las negociaciones que los denominados intereses ofensivos --los potenciales ganadores--. A pesar de los acuerdos en los pilares de diálogo político y cooperación, los desacuerdos económicos provocaron largas e infructuosas rondas de negociaciones entre 1995 y 2017.
Cambios que posibilitaron el acuerdo de 2019 y nuevas demandas
Si uno toma indicadores como el Producto Interno Bruto (PIB), población o comercio, Brasil representa más del 70% del Mercosur. La asimetría hace que este país tenga un gran peso sobre el devenir del bloque, tanto en la agenda interna como externa.
Entre el 2010 y el 2020, el gigante brasileño consolidó la mutación de su modelo de desarrollo a partir de una fuerte reprimarización -es decir, las exportaciones de sector primario sobrepasaron a la de bienes manufacturados-. Esto dio paso a un mayor peso de intereses ofensivos (el denominando agrobussines) y relegó el peso de los industriales en la economía política del país.
Con la llegada de Jair Bolsonaro al poder (2018-2022), Brasil aceptó las demandas de apertura comercial, apoyado por el gobierno de Mauricio Macri en Argentina (2015-2019) y la Comisión Europea, especialmente Alemania. Esto permitió apaciguar los recelos, principalmente de Francia, logrando un principio de acuerdo en 2019. Sin embargo, la nula política ambiental de Bolsonaro, visible en el fuerte avance de la deforestación del Amazonas, le sirvió al gobierno de Macron para frenar su firma y ratificación.
Asimismo, el regreso de Lula da Silva a la presidencia de Brasil en 2023 implicó la búsqueda de una nueva política industrial (como compras gubernamentales) que era incompatible con lo acordado por Bolsonaro en 2019. Desde ese año, las partes acordaron abrir las negociaciones para incluir enmiendas y modificaciones.
Rusia, el regreso de Trump y la resignificación “geopolítica” del acuerdo
Las renegociaciones miraban de reojo los profundos cambios geopolíticos. La guerra entre Rusia y Ucrania en primer lugar, en 2022, y el regreso de Trump a la Casa Blanca en enero de 2025 representaron el “despertar geopolítico” -en palabras del ex alto representante europeo J. Borrell- en relación a que Europa debía dejar de mirar el mundo desde un prisma comercial y normativo.
La necesidad de sustituir aliados y ganar nuevos mercados en un escenario global de fragmentación, eran casi un medio de supervivencia para el proceso de integración europeo. Más allá de que Brasil logró mayores márgenes para su nueva política industrial y Francia (principalmente) una carta complementaria en donde se incluyen compromisos ambientales, una posible firma y ratificación del postergado se basaría más en necesidades e intereses geopolíticos que en intereses comerciales.
Esta es la gran novedad de la larga negociación de este postergado acuerdo. Un reciente estudio encargado por el Parlamento Europeo muestra cómo el acuerdo con el principal bloque regional latinoamericano resulta clave para la UE, a fin de diversificar las relaciones exteriores (y de mercados) y dar sustancia a la “autonomía estratégica” europea frente a la percepción de una Rusia que la invade, un Trump que lo arancela y una China que lo desindustrializa.
Por su parte, la amenaza de Trump de colocar 50% de aranceles a Brasil por la actuación de la justicia con respecto a la condena de Bolsonaro obliga al gobierno de Lula Da Silva a profundizar aún más la diversificación de vínculos externos e intentar balancear a Washington, no sólo desde el Sur Global (BRICS) sino con aquellos actores del Norte que sufren el bullying de Trump, como Europa y Canadá. Mientras Argentina, Uruguay y Paraguay miran el acuerdo como el lente comercial, Brasil lo resignifica cada vez más desde su rol de global player (jugador global).
Final abierto: la pelota en la cancha europea
¿Podrán los intereses geopolíticos convergentes sobreponerse sobre los intereses comerciales defensivos que han bloqueado el acuerdo en los últimos 30 años? La pelota parece estar del lado europeo, donde aún persisten divisiones y recelos de varios países, con Francia a la cabeza.
El texto acordado a fines de 2024 dividió el acuerdo en dos, donde el pilar comercial solo requiere la aprobación de las instituciones supranacionales -principalmente una mayoría en el Consejo Europeo- para entrar en vigor, mientras que el pilar político debe ser ratificado por los congresos de los 27 Estados miembros. Las fuerzas centrífugas del sistema internacional presionan como nunca para que el acuerdo alcance por fin la luz.
Blindar al sector agropecuario de la invasión de materias primas sudamericanas o blindar sus intereses de largo plazo ampliando su músculo estratégico golpeado tanto por aquellos considerados enemigos como amigos. Ahora la decisión queda del lado europeo