A Francisco su apoyo a la paz y al diálogo no le impidió denunciar la ofensiva de Israel sobre Palestina. En noviembre de 2024, el diario italiano La Stampa publicó extractos de una entrevista en la que el pontifice pedía una investigación para determinar si los ataques de Tel Aviv constituían un genocidio. En septiembre de ese mismo año, Francisco había declarado que los bombardeos de Israel contra Gaza y Líbano habían sido “desproporcionados e inmorales”.
Las críticas de Francisco a la crueldad israelí sobre los palestinos tiene una dimensión humana pero también un significado político. La voz del máximo representante de la Iglesia católica se alzó en medio del silencio de los países occidentales que, o bien han sido titubeantes a la hora de condenar los crímenes, o directamente han colaborado suministrando armamento y recursos para que estos atropellos sean cometidos.
Frente a los líderes europeos que han minimizado –o que incluso pretenden ignorar– la orden de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que emitió la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y lesa humanidad, las declaraciones de Francisco dejaron en evidencia la doble vara de Europa bajo la cual el derecho internacional tiene menos validez a la hora de hacerlo cumplir con sus aliados.
La denuncia constante de la violación sistemática de Israel a los derechos humanos de los palestinos, así como la demanda de investigar los señalamientos de genocidio, de la cual se hizo eco Francisco, guarda una profunda relación con construir una Iglesia de cara a los más humildes, a los últimos. Pero también cuestiona un orden internacional injusto con los más débiles.
Es por eso que durante los últimos 18 meses el papa Francisco llamó todas las noches a la Iglesia de la Sagrada Familia, la única parroquia católica en Gaza, para asegurarse que quienes se refugiaban allí estuvieran a salvo. Ni siquiera la neumonía que lo llevó al hospital Gemelli en Roma detuvo esas comunicaciones. Desde su habitación en el décimo piso de la clínica, el papa, con su salud deteriorada, marcaba el número para hablar con el padre Gabriel Romanelli, párroco de la Iglesia.
El compromiso de Francisco con la paz entre Israel y Palestina estuvo desde el inicio de su papado. De hecho, visitó Tierra Santa en el año 2014, donde reivindicó su apoyo a la solución de los dos Estados entre Israel y Palestina. Varios de sus gestos fueron considerados históricos en el marco de esa gira: la invitación a rezar juntos en la Ciudad del Vaticano que le extendió al entonces presidente de Israel, Shimon Peres, y al líder de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas. También su abrazo con los representantes argentinos: el rabino Abraham Skorka y el musulmán Omar Abboud ante el Muro de los Lamentos, en lo que se denominó el “abrazo de las tres religiones”. También fue el único papa en visitar la tumba de Theodor Herzl, el fundador del sionismo moderno.
En su visita a Bethlehem, en el marco de esa gira, rezó ante un muro del sistema del apartheid israelí, en una imagen que se volvió simbólica para los cristianos palestinos.
El encuentro entre Peres y Abbas en el Vaticano se produjo el 8 de junio de 2014. Los líderes, junto al pontífice y el líder de la Iglesia ortodoxa, el patriarca Bartolomé I, realizaron una ceremonia en los jardines del Vaticano. Después de la ceremonia, que incluyó oraciones cristianas, judías y musulmanas, se dieron la mano y plantaron un olivo como símbolo de paz.
Un mes después Israel lanzó la “Operación Margen Protector”: Gaza fue sometida durante 51 días a la más dura ofensiva militar por parte de Israel desde 2005. Los ataques israelíes dejaron 2.205 muertos palestinos durante los bombardeos y la incursión terrestre, 1.563 civiles, y 538 menores de edad. Tel Aviv había acusado a Hamás de estar detrás del asesinato de tres jóvenes colonos israelíes en Cisjordania ocupada.
Un compromiso con la verdad
En vispera de la Navidad de ese año, Francisco fue fotografiado frente a un pesebre en el cual el niño Jesús estaba envuelto por la keffiyeh palestina, símbolo tradicional palestino. La imagen le dio la vuelta al mundo. La decisión del Vaticano fue criticada por figuras pro israelíes como, por ejemplo, el American Jewish Comittee.
Días más tarde, el papa denunciaba que habían prohibido la entrada del patriarca de Jerusalén a Gaza, a pesar de que Israel se había comprometido a lo contrario, Además, el pontífice se había mostrado dolido por el bombardeo contra niños el cual calificaba como “crueldad” más allá de la guerra.
En su último mensaje de Pascua, condenó la “muerte y destrucción” y la consiguiente “dramática y deplorable situación humanitaria”.
El mensaje de Francisco no fue cubierto por los medios hegemónicos, ni replicado por los líderes occidentales de manera contundente.
No sólo Palestina, Iraq y Siria también
Un hito del paso de Francisco por el Vaticano fue la visita a Iraq, realizada en 2021. Era su primer viaje después del confinamiento por el COVID, y su objetivo era llevar consuelo a la martirizada población cristiana de Iraq, ayudar a la reconstrucción del país y seguir fortaleciendo el diálogo con la comunidad de musulmanes.
“Tú eres parte de nosotros y nosotros somos parte de ti”, decían los carteles que lo recibían en árabe en las calles de Bagdad, con las imágenes de Francisco y del gran ayatolá Ali Sistani, con quien se reunió en Najaf. Francisco completaba así un círculo para tender puentes con el islam.
Las imágenes de la oración pronunciada en la destruida plaza de las Cuatro Iglesias de Mosul recorrieron el mundo y quedaron en la memoria de todos los iraquíes que hoy también sufren su partida.
Francisco tuvo una decisiva intervención a favor de la paz durante la guerra en Siria. En septiembre de 2013, le envió una carta al presidente Vladimir Putin, en ella le presentaba seis puntos de un Plan de Paz para Siria. Aunque la carta fue enviada al mandatario ruso, los destinatarios eran todos los líderes del G-20.
Además, en un gesto simbólico en 2016, el papa Francisco escoltó a 12 refugiados sirios desde la isla de Lesbos hasta el Vaticano, en un mensaje de desafío contra el discurso del odio y la criminalización de los refugiados por parte de los gobiernos europeos.
Una defensa que sostuvo hacia el final de su vida.