Diálogo en Estambul: la guerra entre Rusia y Ucrania, el ascenso de Türkiye y la búsqueda de la paz
POLÍTICA
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Diálogo en Estambul: la guerra entre Rusia y Ucrania, el ascenso de Türkiye y la búsqueda de la pazLa hábil diplomacia de Ankara logró reunir a las partes enfrentadas. Ahora, la responsabilidad recae en Moscú y Kiev para encontrar un terreno común y poner fin a esta larga guerra.
Funcionarios ucranianos caminan frente a la oficina de la presidencia turca en Dolmabahce, Estambul, el 16 de mayo de 2025, durante las primeras conversaciones directas entre Rusia y Ucrania desde 2022 (Reuters). / Reuters
hace 9 horas

Con el objetivo de poner fin al mayor conflicto militar en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, Türkiye acogió el 15 de mayo el primer contacto directo entre funcionarios rusos y ucranianos desde el colapso de las negociaciones de paz en 2022, con el objetivo de poner fin al mayor conflicto militar en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

La reunión, celebrada en Estambul, duró menos de dos horas y se llevó a cabo sin la presencia de los presidentes Vladimir Putin ni Volodymyr Zelenskyy. La asistencia sorpresa de Donald Trump podría haber cambiado eso, pero finalmente no se presentó.

El encuentro se desarrolló en un contexto de intensa actividad diplomática en Türkiye: la cumbre de ministros de Exteriores de la OTAN se celebraba en Antalya y Zelenskyy mantenía consultas con el presidente Erdogan en Ankara.

Simultáneamente, en Estambul tuvo lugar una sesión trilateral entre funcionarios turcos, estadounidenses y ucranianos, lo que subraya hasta qué punto Türkiye se ha posicionado como un centro clave en la arquitectura diplomática emergente en torno a la guerra.

El escenario, el tono y las ausencias en las conversaciones revelaron cómo el orden internacional está siendo reformulado por la renovada competencia entre grandes potencias, los alineamientos asimétricos y la creciente afirmación de actores regionales como Türkiye.

Aunque el mayor resultado tangible de las conversaciones de Estambul fue el acuerdo de intercambio de prisioneros entre Rusia y Ucrania, las dos partes siguen estando muy alejadas, con poco terreno común para resolver las cuestiones fundamentales que alimentan el conflicto.

En conjunto, estos elementos ofrecen una instantánea de un mundo en transición, donde la negociación sirve tanto para enviar señales y posicionarse como para buscar la paz.

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Estambul es escenario de diálogos clave entre Ucrania y Rusia, en un nuevo intento por poner fin a la guerra. Participan el ministro de Exteriores turco, Hakan Fidan; el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, y delegaciones de Kiev y Moscú.

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Un panorama global cambiante y el ascenso estratégico de Türkiye

Más allá de quién estuvo o no presente o de si se lograron avances concretos, la verdadera importancia de las conversaciones de Estambul radica en lo que revelaron sobre el panorama internacional actual.

Tres dinámicas entrelazadas quedaron especialmente claras:

El sistema internacional continúa en un estado de transformación. Las suposiciones fundamentales de la era posterior a la Guerra Fría—institucionalismo liberal, dominio estratégico de Estados Unidos, cohesión de la OTAN y universalización de normas occidentales—se están desmoronando rápidamente.

En su lugar, emerge un orden geopolítico fragmentado, con rivalidades entre grandes potencias y pluralismo normativo. La guerra entre Rusia y Ucrania es tanto un catalizador como una consecuencia de esta transformación.

Para Putin, el conflicto no se trata únicamente de la orientación de Ucrania o de la expansión de la OTAN, sino de forzar el reconocimiento de Rusia como una gran potencia, un estatus perdido tras la disolución de la URSS.

El regreso de Trump abrió una ventana estratégica para Moscú, cuya visión se alinea con el estilo transaccional del presidente estadounidense y su escepticismo hacia la OTAN. La decisión de Putin de no asistir a las conversaciones en Estambul, una vez confirmado que Trump no acudiría, subraya esta dinámica.

Encuentros como este sirven para reafirmar la pretensión rusa de paridad con Estados Unidos, incluso mientras enfrenta sanciones y pérdidas militares. Para el Kremlin, el retorno de Trump al poder representa una oportunidad estratégica. No es casualidad que el contacto serio entre Moscú y Washington haya resurgido solo tras su reelección.

Para Türkiye, acoger las conversaciones refleja no solo flexibilidad diplomática, sino un cambio más amplio en su postura estratégica.

Durante toda la guerra, Ankara ha mantenido canales abiertos tanto con Moscú como con Kiev—ha proporcionado drones Bayraktar TB2 a Ucrania, pero se ha negado a sumarse a las sanciones occidentales contra Rusia.

Ese equilibrio ha permitido a Türkiye conseguir avances que otros no han logrado: una ronda anterior de negociaciones de paz, el acuerdo sobre el grano del mar Negro, múltiples intercambios de prisioneros y ahora, un nuevo contacto directo.

Estos esfuerzos forman parte de un patrón más amplio en el que Türkiye se ha posicionado como una fuerza estabilizadora y proactiva en múltiples regiones.

En Libia, ha respaldado al gobierno reconocido por la ONU y ayudado a evitar un colapso total del orden político.

En Sudán, ha desplegado herramientas humanitarias y diplomáticas para mitigar los efectos de la guerra civil. Su diplomacia silenciosa entre Somalia y Etiopía ha contribuido al diálogo regional en medio de una creciente tensión.

En todos estos casos, Ankara ha demostrado que puede influir en los resultados allí donde la influencia occidental es limitada o inexistente, aprovechando sus relaciones, su ubicación geográfica y su credibilidad para actuar como mediador y solucionador regional.

Qué lograron las conversaciones y qué esperar a continuación

Uno de los pocos resultados tangibles de las conversaciones de Estambul fue un acuerdo para intercambiar 1.000 prisioneros de guerra.

Si bien esto tiene un valor humanitario importante, también pone de manifiesto lo limitado que sigue siendo el alcance de lo que puede lograrse diplomáticamente por ahora.

Las cuestiones políticas fundamentales como el control territorial, las garantías de seguridad o la orientación futura de Ucrania siguen sin resolverse. A más de dos años del inicio del conflicto, la guerra se ha convertido en una lucha de desgaste.

Rusia ha anexado formalmente cuatro regiones ucranianas e integrado esos territorios en su orden constitucional, lo que convierte cualquier concesión en políticamente impensable para el Kremlin.

El nombramiento de Andrei Belousov como ministro de Defensa confirma el compromiso de Moscú con una economía de guerra, priorizando la producción industrial y la capacidad de movilización por encima del equilibrio fiscal a corto plazo.

Por su parte, Ucrania depende en gran medida del apoyo militar, financiero y diplomático de Occidente para sostener su defensa y su gobernabilidad.

Aunque Rusia enfrenta crecientes presiones económicas y estratégicas, los avances ucranianos han sido limitados e incrementales, y persisten las dudas sobre la sostenibilidad del respaldo occidental a largo plazo.

Ambas partes siguen creyendo que tienen rutas plausibles hacia la victoria, o al menos hacia una posición de negociación más fuerte.

Esa confianza mutua sostiene posiciones negociadoras maximalistas: Rusia exige el reconocimiento formal de sus anexiones territoriales y el levantamiento de sanciones, mientras que Ucrania insiste en la retirada total y la rendición de cuentas.

Estas posturas son actualmente incompatibles, y por ahora, la brecha entre las realidades del campo de batalla y los términos diplomáticos parece demasiado amplia para ser superada.

Zelenskyy había desafiado públicamente a Putin a asistir a las conversaciones, presentándolas como una prueba de la seriedad rusa.

La ausencia de Putin, junto con la de otros altos funcionarios rusos, reforzó la percepción de Kiev de que Moscú está ganando tiempo, a la espera de que el rumbo de la guerra cambie a su favor.

Funcionarios ucranianos acusan a Rusia de obstaculizar las negociaciones con exigencias maximalistas e irreales.

Mientras tanto, el Kremlin parece conforme con mantener vivo el proceso diplomático, apuntando a un acuerdo directo con Washington que formalice su influencia en el espacio postsoviético y reduzca el impacto de las sanciones.

En este contexto, la reunión en Estambul no logró resultados concretos, pero sí ofreció una ventana a lo que pudo haber sido... y a lo que aún podría ser.

El intercambio de prisioneros puede representar un pequeño paso hacia la construcción de confianza, pero la división de fondo entre las partes sigue siendo inmensa.

Sin un cambio significativo en los cálculos estratégicos de Moscú y Washington, la paz duradera aún parece lejana.

Por ahora, la diplomacia sirve menos como un camino hacia la resolución que como un teatro donde se escenifican las dinámicas del nuevo orden mundial emergente.

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FUENTE:TRT World
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