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El “Domo de Oro” de Trump: las inquietudes que despierta
El multimillonario proyecto de defensa de Estados Unidos podría ser un punto de inflexión. Y desde ya desata preocupaciones críticas sobre la seguridad global y el creciente protagonismo del sector privado en la defensa nacional.
El “Domo de Oro” de Trump: las inquietudes que despierta
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anuncia el programa del Domo de Oro en la Casa Blanca. / Reuters
hace 7 horas

Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, todos los candidatos presidenciales de EE.UU. han prometido priorizar la defensa nacional como un pilar en los objetivos de seguridad. En esa línea, Donald Trump planteó la defensa contra misiles como uno de los puntos centrales de su campaña de 2024, al comprometerse a construir “un gran Domo de Hierro sobre nuestro país, como nunca antes se ha visto”. Así presentó el proyecto como un símbolo de orgullo nacional y renacimiento industrial.

Al regresar a la Casa Blanca en enero de 2025, Trump convirtió rápidamente su proyecto en política. Durante su primera semana, firmó la orden ejecutiva “Domo de Hierro para Estados Unidos”, con la que ordenó al Departamento de Defensa a desarrollar un escudo antimisiles integral para proteger el territorio estadounidense de amenazas aéreas cada vez más diversas. 

Semanas después, el proyecto fue rebautizado como “Domo de Oro para Estados Unidos”, marcando una distancia del conocido modelo de Israel –el denominado Domo de Hierro– y destacando la magnitud, ambición tecnológica y propósito simbólico exclusivamente de Washington.

¿Una nueva era para la defensa antimisiles?

El proyecto Domo de Oro –Golden Dome, en inglés– contempla el desarrollo de una arquitectura de defensa en capas que combina sensores espaciales, sistemas de control de fuego con inteligencia artificial e interceptores cinéticos y no cinéticos para enfrentar misiles balísticos, hipersónicos y de crucero.

El componente más complejo es una red de interceptores basados en el espacio, que incluye láseres capaces de destruir ojivas poco después de su lanzamiento. A diferencia del sistema israelí, diseñado para detener cohetes de corto alcance, el Domo de Oro aspira a proteger contra una gama mucho más amplia de amenazas, incluidas armas hipersónicas y plataformas orbitales como los Sistemas de Bombardeo de Órbita Fraccionada (FOBS, por sus siglas en inglés).

El 20 de mayo, Trump confirmó que el general de la Fuerza Espacial, Michael Guetlein, liderará el desarrollo del programa, describiéndolo como esencial para “el éxito e incluso la supervivencia de nuestro país”.

El proyecto es de proporciones extraordinarias. La Oficina de Presupuesto del Congreso estima de manera preliminar que podría superar los 542.000 millones de dólares en las próximas dos décadas. El presupuesto de defensa del próximo año ya destina 25.000 millones de dólares al desarrollo de componentes clave como satélites, sensores espaciales e interceptores. Trump aseguró que el sistema, con un costo previsto de 175.000 millones, debería empezar a operar en tres años, lo que marcaría la primera vez que se desplegarán armas en el espacio.

Su éxito dependerá en gran medida de los sistemas orbitales de detección e interceptación de misiles, considerados los más eficaces para enfrentar amenazas rápidas, maniobrables y difíciles de identificar. Sin embargo, persisten varias dudas técnicas y estratégicas sobre la viabilidad a largo plazo de un sistema de tal complejidad. 

Aún no está claro si el Domo de Oro será un avance estratégico o una apuesta costosa. Pese a sus promesas de innovación y disuasión, podría generar dependencia del sector privado y provocar una escalada con potencias rivales.

Privatización de la defensa

El Domo de Oro destaca no solo por su escala y ambición tecnológica, sino también por su inédita dependencia del sector privado. Más de 180 empresas han expresado interés en participar. Se prevé que gigantes como Northrop Grumman, Boeing y RTX desempeñen roles clave. Lockheed Martin ya ha lanzado una campaña publicitaria para posicionarse en este nuevo ecosistema.

Según un reporte de prensa, un consorcio liderado por SpaceX,  que incluye a Palantir y Anduril, encabeza el proyecto, con una propuesta basada en una constelación de cientos de satélites en órbita baja para detectar, rastrear y neutralizar amenazas en tiempo real. Este grupo destaca no solo por su capacidad técnica, sino por su influencia política en torno al proyecto.

SpaceX, Palantir y Anduril fueron fundadas por empresarios con estrechos vínculos con Trump. Elon Musk, CEO de SpaceX, ejerce actualmente como asesor del Departamento de Eficiencia Gubernamental. Peter Thiel, presidente de Palantir, y los directivos de Anduril mantienen también lazos con círculos de seguridad nacional alineados con Trump.

Algunos legisladores han expresado preocupación por la confluencia entre intereses comerciales y afinidades políticas. Advierten que ceder infraestructura crítica de defensa a firmas vinculadas políticamente podría comprometer la transparencia y la neutralidad en la toma de decisiones de seguridad nacional. Este mes, 42 congresistas demócratas solicitaron una investigación para determinar si hubo criterios políticos que influyeron indebidamente en los contratos del proyecto.

En su carta, los legisladores escribieron: “Todo esto plantea dudas sobre si los contratos de defensa para construir el Domo de Oro son una forma eficaz de proteger a los estadounidenses o si están destinados a enriquecer a Musk y a otras élites”.

La creciente participación de empresas privadas refleja un cambio estructural en la planificación de defensa de EE.UU., donde las entidades comerciales no son solo contratistas, sino actores decisivos en el desarrollo y despliegue del poder militar. 

SpaceX ha propuesto incluso un modelo por suscripción, mediante el cual el gobierno pagaría por el acceso a sistemas satelitales de propiedad privada. Aunque esto promete agilidad y eficiencia, también implica vulnerabilidades estructurales: menor supervisión pública, pérdida de control estatal sobre infraestructura crítica y dependencia de plataformas corporativas.

De ese modo, el Domo de Oro no es solo una prueba de defensa antimisiles: representa una transformación profunda en cómo Washington organiza, administra y autoriza el uso de la fuerza en el siglo XXI.

¿Disuasión o escalada estratégica?

El objetivo declarado del proyecto es abordar una vulnerabilidad crítica en la seguridad interna. Según evaluaciones recientes de la Agencia de Inteligencia en Defensa (DIA), las amenazas con misiles contra el territorio continental estadounidense aumentarán en escala y sofisticación en la próxima década.

Además de misiles balísticos tradicionales, que siguen siendo la principal preocupación, competidores estratégicos como China y Rusia están desarrollando sistemas militares avanzados capaces de evadir o saturar las defensas existentes. 

El informe de la DIA advierte que China podría desplegar hasta 700 misiles balísticos intercontinentales con ojivas nucleares para 2035. Corea del Norte ya ha demostrado capacidad de alcanzar el territorio continental estadounidense, e Irán podría desarrollar capacidades similares si decide avanzar en esa dirección.

Frente a este panorama, el Domo de Oro propone una arquitectura de defensa antimisiles habilitada por tecnología espacial. Sin embargo, este tipo de sistemas plantea riesgos estratégicos inherentes, ya que desafía el principio de vulnerabilidad mutua que sustenta la disuasión nuclear.

Si un adversario con armas nucleares cree que su capacidad de contraataque —la capacidad de tomar represalias tras un ataque nuclear— puede ser neutralizada, incluso parcialmente, podría provocar un cambio en el equilibrio de poder.

En ese caso, podría percibir que el equilibrio de poder se inclina a favor de Estados Unidos. En lugar de fortalecer la estabilidad, un sistema como el Domo de Oro podría, en tal escenario, aumentar el riesgo de errores de cálculo en una crisis o de una escalada preventiva.

Cuanto más creíble y capaz parezca el sistema, más probable será que invite a la adopción de contramedidas en lugar de disuadirlas.

China y Rusia emitieron una declaración conjunta advirtiendo que el proyecto podría desestabilizar la seguridad global y militarizar el espacio. Ambas naciones lo describieron como una expansión significativa de las capacidades estratégicas de EE.UU. y alentaron a los estados con armamento nuclear a rechazar la “mentalidad de Guerra Fría” y los juegos de suma cero.

Estas reacciones reflejan la creciente inquietud de los principales competidores de EE.UU., que podrían interpretar el Domo de Oro como un cambio en el equilibrio estratégico que justifique contramedidas. Diseñado para proteger, el sistema podría terminar provocando una nueva carrera armamentista y haciendo al mundo más inseguro.

El Domo de Oro podría representar un cambio de paradigma, pero no sin consecuencias. Al transferir funciones clave de defensa al sector privado y alterar los fundamentos de la disuasión nuclear, revela el grado en que la seguridad nacional estadounidense se entrelaza hoy con la innovación comercial y la incertidumbre estratégica. En ese sentido, no es solo un escudo antimisiles: es una ventana al futuro de la guerra en el siglo XXI, donde el poder ya no está exclusivamente en manos de los Estados, sino también de corporaciones, algoritmos y plataformas orbitales.


FUENTE:TRT World
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