En julio de 2015, el papa Francisco se pone un tocado de plumas durante un encuentro de comunidades indígenas en Canadá. Parece una mezcla de sacerdote y líder cherokee. Días antes, en el aeropuerto de Bolivia, el papa lleva al cuello un bolso con adornos indígenas, que acostumbran usar los nativos de los Andes para trasladar hojas de coca, obsequio del entonces presidente Evo Morales. Cuatro años más tarde, Francisco recibe con una amplia sonrisa una planta de manos de una niña nativa del Amazonas, en las jornadas finales del Sínodo Amazónico, en el Vaticano.
El papa, fallecido en abril a los 88 años, dejó en sus 12 años al frente de la iglesia un reguero de escenas como esas. Abrió los brazos a las comunidades indígenas y advirtió al primer mundo sobre la necesidad de recuperar su sabiduría, su cultura y, sobre todo, su llamado a cuidar la madre tierra antes de que sea demasiado tarde.
Hoy, con el interrogante sobre quién lo sucederá al frente de la iglesia, los pueblos originarios se preguntan si el legado del primer papa del sur global continuará o si será simplemente una breve historia de esperanza, una cálida brisa de entusiasmo fugaz de lo que pudo ser y no llegó a completarse.
El eco de las palabras del papa de los marginados y la periferia aún resuena en las pequeñas parroquias, en el corazón de las comunidades indígenas. Cuánto más pobres, más se acentúa el recuerdo.
En Simojovel, una comunidad maya de Chiapas, el estado más empobrecido de México, Juan Pérez Gómez, diácono de la modesta iglesia de la zona, lanza una plegaria que es también un ruego de todos los pueblos nativos. “Pedimos mucho a Dios que no sea en vano el trabajo que ha hecho (Francisco) por nosotros”, exclama ante una estatua de la Virgen de Guadalupe, rodeado de flores e iluminado por las velas mientras los fieles asienten y empujan las palabras al cielo. Gómez da el sermón en su lengua autóctona: el tsotsil. Y también lee el Evangelio en su lengua nativa. Es 27 de abril y la comunidad le dedica una misa en honor y despedida al papa.
Si bien algunos se plantean si Francisco podría haber hecho más por sus comunidades, todos coinciden en que, en una institución que tiempo atrás debatía si los nativos tenían o no “alma” y que apoyaba a las potencias en su explotación colonialista, sus actos y palabras marcaron un quiebre y un precedente insoslayable en la iglesia de cara al mundo.
La súplica en esta pequeña parroquia maya donde los símbolos autóctonos se entrelazan con los cristianos, refleja el reclamo de muchos pueblos originarios. Gómez recuerda que Francisco siempre los alentó a luchar unidos y no “anestesiados” en pos de la justicia y la defensa del planeta.
El diácono se deja caer de rodillas al suelo y eleva aún más su plegaria para que el nuevo papa continúe la prédica de Francisco, el líder que convirtió la periferia y la marginalidad en temas centrales, y a las naciones centrales en temas periféricos.
“Te pedimos que nos elijas un nuevo papa, un nuevo servidor”, suplica Gómez en tsotsil en el corazón de Chiapas. Y cierra la plegaria, envuelto en el dulce humo del copal, con la parte más importante: “Y ojalá Señor, que sea del mismo pensamiento”.

Este miércoles 7 de mayo se cerrarán las puertas de la Capilla Sixtina para activar un ritual antiguo, secreto y altamente simbólico: el cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco. ¿Qué es el conclave, quienes van a votar, y cómo funciona?