ORIENTE MEDIO
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Fútbol en Cisjordania ocupada, un juego entre muros, colonos y resistencia
Más de 400 futbolistas asesinados. Estadios bombardeados. El fútbol en Cisjordania ocupada simboliza la resistencia en medio del genocidio. La proeza de la selección palestina que triunfa, a pesar de todo.
Fútbol en Cisjordania ocupada, un juego entre muros, colonos y resistencia
Un equipo de fútbol palestino juega en un campo deportivo dañado por el ejército israelí en la ciudad cisjordana de Yenín. / Getty
6 de mayo de 2025

Desde octubre de 2023, el fútbol en Cisjordania ocupada está en un coma inducido. Los estadios enmudecieron, las ligas se suspendieron y cientos de jugadores palestinos pasaron del césped al cementerio. La ofensiva en Gaza y la represión en Cisjordania ocupada no solo devastaron vidas e infraestructura: también buscan borrar del mapa al deporte más popular. 

“El fútbol sigue perdiendo su sangre más querida a causa del genocidio, con más de 400 futbolistas fallecidos”, lamenta Susan Shalabi, vicepresidenta de la Asociación Palestina de Fútbol (PFA), en conversación con TRT Español.

La palabra “genocidio” no es casual: detrás de cada número hay un proyecto de despojo, expulsión y eliminación, que alcanza incluso al fútbol. En Palestina, sin embargo, frente al colonialismo y la ocupación, patear una pelota es un acto de resistencia.

Cuando el fútbol deja de rodar

La PFA anunció en diciembre de 2024 que todo el fútbol en Cisjordania ocupada estaba suspendido. Estadios vacíos y ligas congeladas son la nueva normalidad. Gaza es un campo en ruinas: nueve de cada diez estadios destruidos, más de 260 instalaciones deportivas inutilizadas.

Pero como dice Shalabi, hay otra faceta que da esperanza: “Nuestras selecciones nacionales, tanto masculinas como femeninas, siguen compitiendo y ganando contra todo pronóstico. Esto dice mucho sobre la resiliencia de los palestinos y su voluntad de seguir luchando y sobreviviendo”.

El costo humano y logístico

Las víctimas no son solo cifras. Ahmad Daraghmeh, goleador del Thaqafi Tulkarem de 23 años, fue asesinado en 2022 por disparos del ejército israelí; Mohammed Khalil Obeid, promesa gazatí, quedó fuera del fútbol en 2018 luego de recibir disparos en ambas rodillas.

Uno de los casos más atroces es el de Walid Khaled Al-Basha, portero de 17 años, arrestado y muerto bajo tortura tras seis meses en prisión. Otro episodio brutal fue el ataque al Estadio Majed Asad, donde las fuerzas israelíes lanzaron gases lacrimógenos y bombas sonoras durante un entrenamiento infantil, aterrorizando a niños y padres.

Desde octubre de 2023, más de 689 palestinos, incluidos 150 niños, han muerto en Cisjordania ocupada, y al menos 40.000 han sido desplazados por operaciones militares, demoliciones y violencia de colonos, según la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) y la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). Israel ha arrestado a más de 3.000 palestinos, muchos sin cargos ni juicio, bajo un sistema que organizaciones como Human Rights Watch definen como apartheid y represión sistemática.

Apartheid deportivo y ocupación

Mientras Palestina entierra jugadores, Israel juega partidos oficiales en suelo robado. Al menos seis clubes israelíes compiten en asentamientos ilegales en Cisjordania ocupada, violando el derecho internacional y los estatutos de la FIFA según señala Human Rights Watch.

Desde 2015, la PFA denuncia estos hechos. En 2017, la FIFA creó una comisión de monitoreo que, en la práctica, sólo sirvió para ganar tiempo. Hoy, el problema se ha agravado: ya son nueve los clubes en colonias, un hecho que Shalabi describe con mordaz ironía. “Alguien debería escribir un episodio de Black Mirror sobre esto: estamos en 2080, la FIFA tiene su sede en la Luna y todavía está estudiando el caso”.

El apartheid israelí también se vive en las canchas. Jugadores palestinos enfrentan restricciones de movimiento entre Gaza, Cisjordania ocupada y Jerusalén Este oscupada; estadios bombardeados; confiscación de instalaciones; y criminalización de símbolos nacionales como la bandera palestina en las celebraciones deportivas. En la liga de Israel, los palestinos con ciudadanía israelí sufren cánticos racistas, discriminación en fichajes y techos invisibles que frenan sus carreras.

FIFA: la hipocresía como norma

La FIFA actúa rápido según a quién deba sancionar. Suspendió a Rusia tras la guerra en Ucrania y prohibió a los clubes de Crimea participar en ligas rusas. Sin embargo, ante el apartheid deportivo de Israel, la ocupación militar, los crímenes de guerra documentados contra atletas y la expansión colonial en Cisjordania ocupada, opta por el silencio.

“La FIFA sabe exactamente lo que hay que hacer”, dice Shalabi. “Solo necesita el coraje moral para cumplir sus propias reglas”. La hipocresía es escandalosa: los derechos humanos y el “fair play” solo parecen aplicarse cuando los afectados no son palestinos.

La relatora de la ONU Alexandra Xanthaki lo resumió con crudeza: “Israel dispara a los pies de los futbolistas palestinos para que no vuelvan a jugar”. La FIFA, mientras tanto, elige mirar para otro lado.

Esta doble moral confirma lo que muchas voces en Palestina denuncian desde hace décadas: la complicidad de las instituciones internacionales en la normalización de la ocupación y el colonialismo israelí. Como advierte a TRT Español Deema Said, portavoz de la PFA: “Esto no es un daño colateral, es un exterminio calculado del deporte palestino”.

Palestina sueña con el Mundial 2026

En medio de la devastación, la selección palestina ha logrado un hito histórico: avanzar a la tercera ronda de las eliminatorias asiáticas para el Mundial 2026, la etapa más avanzada desde que ingresó a la FIFA en 1998. Esto adquiere aún más valor sabiendo que muchos jugadores han perdido familiares en el genocidio, que el equipo debe jugar sus partidos “en casa” en sedes neutrales como Kuwait, Jordania o Qatar, y que entrenar es un desafío logístico extremo.

La plantilla reúne futbolistas de Gaza, Cisjordania ocupada, Jerusalén Este y la diáspora. Destaca Oday Dabbagh, nacido en Jerusalén, quien se convirtió en el héroe del Aberdeen al clasificarlos para la final de la Copa de Escocia con un gol en el tiempo añadido.

El 25 de marzo de 2025, Palestina logró una histórica victoria 2-1 ante Iraq. Iraq se adelantó en el primer tiempo, pero los palestinos empataron al minuto 87 y Ameed Mahajna selló la remontada al minuto 97, alimentando un sueño que va mucho más allá del deporte: el sueño de representar a un pueblo en resistencia en la máxima vitrina global.

La selección es hoy un símbolo de unidad, esperanza y dignidad colectiva, incluso mientras sus jugadores lidian con traumas personales, pérdidas familiares y desplazamientos forzados.

El fútbol como resistencia

El fútbol palestino no es solo un deporte: es resistencia frente a un sistema de apartheid y despojo. Cada niño que patea una pelota en medio de escombros, cada equipo que entrena bajo amenaza, cada bandera ondeada en las gradas es un desafío al colonialismo. Cuando la selección llegó a octavos en la Copa Asiática 2024, las imágenes de sus hinchas celebrando en Doha y Cisjordania ocupada fueron un raro destello de alegría colectiva en medio de la tragedia.

Deema Said lo reafirma así: “Para los palestinos, el fútbol es una manera de preservar nuestra identidad y uno de los pocos espacios donde podemos expresar unidad y esperanza en el escenario global”.

La dignidad en juego

Hoy, en Cisjordania ocupada y Gaza, el balón de fútbol no rueda. Ruedan tanques, drones y excavadoras. Pero las canchas están vacías. Y los jugadores, en demasiados casos, bajo tierra.

El silencio de la FIFA retumba igual que las bombas: valida, normaliza, perpetúa.  “El fútbol palestino no es una historia de caridad, es un ejemplo poderoso y orgulloso de resiliencia”, concluye Deema Said.

No basta con aplaudir esa resiliencia. El periodismo, el deporte y la sociedad internacional deben reconocer que el fútbol palestino es hoy un símbolo global de lucha contra la opresión. Cada partido en un asentamiento ilegal es un gol a favor del apartheid. Cada minuto de silencio de la FIFA es una tarjeta roja a la justicia.

La pregunta es simple y urgente: ¿cuántos jugadores más deben morir, cuántos estadios deben arder, cuántos niños deben patear balones entre escombros antes de que el mundo del fútbol diga basta?


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