Fue, según todos los relatos, un viaje en tren extraordinario que superó todas las expectativas. Lo que comenzó como una travesía hacia lo desconocido terminó convirtiéndose en un recuerdo para toda la vida.
Un trayecto lento y contemplativo a través de paisajes que cambiaban con la luz; cada curva revelaba una nueva geografía, una nueva percepción del tiempo. Lo que más perdura en la memoria es el paso sereno por los rieles de Anatolia, según relata un cineasta documentalista keniano que pidió no ser identificado.
“Diyarbakir no fue lo que esperaba”, dijo a TRT World. “Vi miles de años de culturas distintas entremezcladas en una sola ciudad. El viaje en tren y las vistas del paisaje cambiante fueron sin duda un tesoro inesperado”.
Ese trayecto al que se refiere es el Mesopotamia Express. Una línea ferroviaria con menos de dos años de existencia y que ya se ha convertido en una especie de leyenda. Su último recorrido estacional del año partió de Ankara el 23 de mayo y regresará desde Diyarbakir el día 26.
Los asientos son escasos y la demanda, alta. Según la empresa ferroviaria estatal de Türkiye, la demanda para este viaje final ha superado todos los registros anteriores y ya ha generado una atención sin precedentes.
El Mesopotamia Express, lanzado en 2024, no se limita a conectar Ankara con la ciudad suroriental de Diyarbakir: conecta recuerdos y posibilidades. A lo largo de 1.051 kilómetros, la ruta serpentea por montañas escarpadas y atraviesa parte del corazón de Anatolia Central, una región rica en historia y cultura.
Su inclusión en la lista de “Los 100 mejores lugares del mundo” de la revista Time en 2024 contribuyó a su reconocimiento. Pero no fue la velocidad ni el lujo lo que le valió sus elogios, sino la promesa que representa: por las historias que lleva y la esperanza que encarna para un tren que, un año antes, ni siquiera existía.
El ferrocarril siempre ha despertado una clase especial de nostalgia: el movimiento como generador de memoria. Los escritores han preferido desde siempre los trenes como escenarios en movimiento, un teatro ambulante de encuentros fortuitos. Uno se imagina a Agatha Christie a bordo del Mesopotamia Express, escuchando secretos entre los rieles.
Es difícil imaginar lo que significa este tren, o por qué importa. Durante décadas, la división este-oeste de Türkiye fue más que geográfica. Las regiones occidentales disfrutaban de los frutos del auge turístico; el sureste, en cambio, quedaba asociado en la imaginación global por el conflicto.
Durante años, unir estas regiones parecía imposible. Pero eso ha cambiado. Con una seguridad renovada y una confianza creciente, el Mesopotamia Express se ha convertido en un símbolo poderoso de reconciliación y renacimiento.
Ruta atmosférica
Compuesto por ocho coches dormitorio y un coche comedor, el tren tiene capacidad para 160 pasajeros. La vía férrea, tendida como un hilo entre Anatolia Central y la antigua cuna de Mesopotamia, se recorre en unas 75 horas.
De la tarde del viernes a la noche del lunes. Pero nadie cuenta los minutos. Por una vez, no se trata de ganarle al reloj.
Dentro del tren, la vida fluye. En el coche comedor, la gente comparte desayunos e historias. La música se desliza entre vagones. Algunas cabinas se iluminan con guirnaldas de luces, otras con la luz suave de la mañana o con el destello de la risa. El halay, una danza tradicional grupal, a veces estalla espontáneamente. En ciertas estaciones, los pasajeros bajan para seguir bailando en los andenes. El tren se convierte en vehículo y en celebración.
Cada compartimento cuenta con unas diez habitaciones, equipadas con literas que se transforman en asientos, un lavabo, calefacción, cajoneras y una pequeña nevera. Hay baños al estilo turco y occidental. Pero lo esencial no son las comodidades. Las personas personalizan sus cabinas: cuelgan luces, llevan comida local, preparan té. Las conversaciones florecen entre desconocidos. El tren se vuelve algo compartido. Algo vivo.
Avanzando entre la historia
El viaje comienza en Ankara el viernes, con una primera parada en Kayseri. Los pasajeros bajan durante tres horas para recorrer el Complejo Hunat Hatun, el Museo Gevher Nesibe o simplemente pasear por el casco antiguo con un pastırma en la mano. Algunos terminan aquí su trayecto, mientras otros continúan hacia Malatya, donde el tren llega temprano el sábado.
El sábado por la mañana, el tren alcanza Malatya. Es conocida como la capital mundial del albaricoque, pero también alberga tesoros arquitectónicos y artísticos. Hay réplicas en miniatura en la calle del arte (Sanat Sokagi), un Museo de Fotografía con una de las mayores colecciones de cámaras de Europa, y a las afueras se encuentra Arslantepe, un yacimiento arqueológico de la Edad de Bronce declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Al caer la noche, el tren llega a Diyarbakir. Una ciudad cuyo nombre solía ser sinónimo de conflicto ahora muestra textura y profundidad. Sus 5,5 kilómetros de murallas de basalto negro están entre las mejor conservadas del mundo.
Dentro de ellas: la Mezquita Ulu, que en tiempos fue una iglesia romana, se alza junto a patios como el de Hasan Pasha Han, donde comerciantes venden cobre, pañuelos y los niños corren entre las columnas. Los Jardines Hevsel, a orillas del río Tigris, ofrecen un espacio de contemplación entre higueras y antiguos canales de irrigación.
Una breve caminata lleva al Museo Cahit Sitki Taranci, antigua casa familiar del poeta, hoy museo etnográfico, que permite vislumbrar tanto el legado literario como la vida doméstica del Diyarbakir de antaño. Los viajeros se quedan por la noche en la ciudad y la exploran hasta el domingo al mediodía.
El domingo, el tren parte hacia Elazig, con una parada de cuatro horas en el distrito histórico de Harput. Los visitantes recorren el Museo de la Música, el Museo del Baño y el Museo de la Prensa, mientras el Castillo de Harput se erige como centinela de piedra. En cada patio y rincón del museo, la historia no solo se muestra: se vive.
El lunes, el tren inicia su regreso a Ankara. Pero el ritmo no se acelera. Afuera, los paisajes siguen cambiando –mesetas, huertos, ríos, cordilleras–, ofreciendo una meditación visual. Dentro, la gente duerme, escribe, toma té o simplemente observa en silencio mientras la tierra pasa.
Un nuevo amanecer
El Mesopotamia Express es más que un tren. Esta primavera, se convirtió en algo más, un testigo de la historia.
El 11 de mayo de 2025, el tren partió desde Diyarbakir en su viaje de regreso a Ankara. Dentro de los compartimentos: risas, canciones populares, comidas compartidas y el suave golpeteo de una esperanza renovada. Los pasajeros vivían el presente, sin saber que al día siguiente, la historia cambiaría.
El 12 de mayo, el PKK, reconocido como organización terrorista por la Unión Europea, Estados Unidos, la OTAN y Türkiye, anunció oficialmente su disolución. No fue solo un acontecimiento político. Fue el cierre simbólico de un capítulo doloroso.
No hay imagen que exprese mejor ese dolor que las Madres de Diyarbakir, mujeres que se mantuvieron día tras día frente a la sede del HDP, sosteniendo fotografías de sus hijos secuestrados, muchos tomados por el PKK. Con una dignidad inquebrantable, su protesta silenciosa se convirtió en símbolo de resistencia. A medida que la ciudad respira una nueva era de paz, su lucha sigue resonando en la conciencia colectiva.
Así, cuando el Mesopotamia Express volvió a encaminarse hacia la capital, llevaba algo más que pasajeros: llevaba un mensaje. Lo que comenzó como un viaje estacional concluyó como una despedida al conflicto. Una señal silenciosa y poderosa de unidad.
Eso es lo que el Mesopotamia Express ha llegado a representar para los turcos: no solo un puente entre ciudades, sino un vehículo de transformación.
Rumbo al futuro
Durante décadas, Diyarbakir vivió bajo la sombra de la violencia. Esa sombra, que durante tanto tiempo se proyectó sobre familias y futuros, finalmente empieza a disiparse.
En 2023, la Agencia de Promoción y Desarrollo de Turismo de Türkiye (TGA) firmó un acuerdo histórico de tres años con el Consejo Global de Turismo Sostenible (GSTC), lanzando el primer programa nacional obligatorio del mundo alineado con estándares internacionales de sostenibilidad turística.
El objetivo no es solo simbólico, sino estructural. El acuerdo de tres años busca reformar toda la infraestructura turística de Türkiye. La primera fase, centrada en formación e inspección, ya está en marcha.
Para 2025, el programa se ampliará aún más, con plena conformidad internacional prevista para 2030. Con ello, Türkiye no solo promueve el turismo, sino que lo hace de forma sostenible, responsable e inclusiva.
En el centro de ese esfuerzo está el Mesopotamia Express. Atraviesa nueve provincias. Se desplaza a través de antiguas rutas comerciales y ambiciones contemporáneas.
Durante la ceremonia inaugural de 2024, el ministro de Cultura y Turismo, Mehmet Nuri Ersoy, afirmó: “Lo que verdaderamente importa es conectar ciudades a través de rutas designadas. Si bien originalmente planeábamos corredores de 4 o 5 ciudades, ustedes han ido más allá, conectando nueve provincias y creando un magnífico destino e itinerario en la Mesopotamia”.
Y es que este tren atraviesa algunas de las tierras más ricas de Anatolia, donde florecieron antiguas civilizaciones y donde la Türkiye moderna hoy reinventa la conexión.
Desde el silencio del pasado de Diyarbakir hasta la armonía del futuro, el Mesopotamia Express ya no es solo un tren: es la historia de Türkiye en movimiento.